Para algunos la ceremonia de izar banderas que restablece las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos es un error garrafal. Lo que cambia para ellos es de quién parte el error.
La bandera norteamericana no se ve ondear en La Habana desde hace más de cinco décadas. A los estudiantes nos leían el poema de Bonifacio Byrne con tanta vehemencia como veíamos la foto del ultraje al Apóstol por aquellos marinos borrachos. Una fechoría casi infantil que sirve de alerta para posibles violaciones de nuestra soberanía. Sobre todo porque dicen que guerra avisada no mata soldados. Seguir leyendo